31.8.18

...y cuanto más me lo decías...

Dijiste que ibas a llevarme. Dijiste que era tu ciudad y que estaba llena de nuevas oportunidades y que tenías una lista de parques y de cafeterías y de museos a los que llevarme. Que iríamos de la mano. Que me besarías en cada esquina. 'Voy a quererte siempre', decías, siempre. Como en la canción. Como en todas las canciones en realidad, porque siempre hablaron de lo que estábamos creando.

(Hoy le contaba yo a C. que eres la única persona con la que yo me he imaginado teniendo una familia.)

Que todo sería fácil, dijiste.

Y durante todo el tiempo que fui capaz de creerte, yo me lo creí.

30.8.18

Alguien que te cuide

Ayer llegué a Madrid y me caí por las escaleras. No fue una caída muy aparatosa tampoco, bajé sentada la mitad de la escalera y ya. El resultado es un moratón en el culo y otros tantos repartidos por los brazos. Después de eso fui a donar sangre y, para variar, tengo el hierro en el límite. (Nota: id a donar sangre.) Desde la depresión y la anemia, yo siempre tengo el hierro en el límite. Y da igual los frutos secos, verduras y blablablas que coma, que mi hierro siempre está en el límite. En realidad me pasa un poco igual con todo.

Ayer también me llegó la convocatoria para el trabajo nuevo y eso me hizo respirar. En algún rincón de mi cabeza estaba la posibilidad de que se echasen atrás en el último momento pero no, al parecer me siguen queriendo y eso es guay. De hecho, eso es muy guay.

Me he mudado a casa de C. hasta el sábado. Así nos cuidamos mutuamente y nos soportamos mutuamente también. Yo estoy imposible con el TFG y ayer me tenía preparados catorce tipos de quesos y tomates de la huerta y tortilla de patatas con cebolla. Así de las crujientitas por fuera y jugosas por dentro. No sé, creo que todo el mundo debería tener alguien que le cuide así. Debería poder recetarse en las épocas de estrés: "Dos litros de agua al día, camine durante treinta minutos y siéntase usted mimado tres veces por semana."

26.8.18

Demasiadoemocional

A veces pienso que soy demasiado de todo, sin grises, es o blanco o negro y ya. Demasiado radical, demasiado sentimental, demasiado quejica y demasiado complicada. Y entonces entiendo que he tardado demasiado tiempo en conocerme y que no me gusta como soy. Que nadie va a entender que aquí dentro sólo tengo abismos. Que no van a querer quedarse. Que nadie va a ser capaz de soportar toda mi tristeza.

25.8.18

Una semana

A menudo quieronecesito salir de mi cabeza pero no es tan fácil. No me gustan las decisiones que tomo y estoy irascible, no disfruto con las cosas que me hacen feliz y no sé estar con la mente donde tengo el cuerpo. La parte buena es que es transitorio, que me queda una semana en la que tengo todo prácticamente planeado al minuto y, cuando pase, empezaré a escucharme.

De repente he explotado y me he puesto a llorar. Me pasa a menudo. Aguanto y aguanto y tiro y trepo y subo y aguanto y al final algo hace click y se desborda y tengo que soltarlo todo. Esta vez ha sido hablando con mi abuela y he tenido que disimular los últimos cinco minutos de conversación, pero ni siquiera sé qué ha sido lo que lo ha detonado.

Desde eso he discutido con las dos personas con las que he hablado y la tercera me ha abierto la ventana y ha hecho que entre el aire.

Supongo que a menudo la solución es saber qué necesitas escuchar y preguntar a quien sabes que puede darte esa respuesta.

22.8.18

Recta final

Últimamente la cabeza me va a 3000 rpm y eso no es bueno, sobre todo cuando son las 4 de la mañana y no puedes dormir. Entre las cuarenta y siete vueltas de cabeza recordé aquello de que escribir siempre cura, y me prometí que se acabó eso de la auto-compasión y que de verdad, de verdad, tenía que hacer algo. Así que aquí estoy, empezando lo que será el enésimo blog y tomando prestado este mientras que llega septiembre y tengo tiempo de mudarme a uno nuevo en el que llevar un diario. La finalidad es, como dice Ariel, soltar aquí las espinitas esas antes de que infecten, vomitarlo todo, como escribí una vez.

Resumiendo. Escribo esto desde la habitación de mi piso en Madrid. Entra fresquito por la ventana y huele a Citronela. En dos semanas presentaré el maldito TFG y tendré un trabajo de verdad con un sueldo de verdad. Todavía no me creo ninguna de esas cosas. De hecho, no se lo he dicho a casi nadie, por si luego resulta que es otra vez que no y les decepciono, yo qué sé. Estoy cansada de decepcionar a todo el mundo, pero cansada de verdad.

Quiero que sea ya septiembre. Tengo dos cuadernos nuevos, las escalas de los planos cuadradas, un horario semanal para cumplir de aquí al fin de semana y pocas ganas de comer. Si todo sale bien, el fin de semana estaré de mucho mejor humor. Y para que todo salga bien tengo que confiar en mí y dejar de escribir chorradas y abrir el Autocad. Acaban de aceptarme el viaje en Blablacar después de dos intentos fallidos y eso me hace feliz porque ya tengo un problema menos. Últimamente me ahogo en un vaso de agua y mi saco de boxeo lleva trabajando toda la semana. Y por eso quiero que sea ya septiembre.

Septiembre siempre es mi cuesta de enero pero esta vez será mejor porque llevo ocho años esperando este septiembre. Supongo que por fin estoy viendo la luz al final del túnel y ahora me da miedo que esa luz me deje ciega.