22.8.18

Recta final

Últimamente la cabeza me va a 3000 rpm y eso no es bueno, sobre todo cuando son las 4 de la mañana y no puedes dormir. Entre las cuarenta y siete vueltas de cabeza recordé aquello de que escribir siempre cura, y me prometí que se acabó eso de la auto-compasión y que de verdad, de verdad, tenía que hacer algo. Así que aquí estoy, empezando lo que será el enésimo blog y tomando prestado este mientras que llega septiembre y tengo tiempo de mudarme a uno nuevo en el que llevar un diario. La finalidad es, como dice Ariel, soltar aquí las espinitas esas antes de que infecten, vomitarlo todo, como escribí una vez.

Resumiendo. Escribo esto desde la habitación de mi piso en Madrid. Entra fresquito por la ventana y huele a Citronela. En dos semanas presentaré el maldito TFG y tendré un trabajo de verdad con un sueldo de verdad. Todavía no me creo ninguna de esas cosas. De hecho, no se lo he dicho a casi nadie, por si luego resulta que es otra vez que no y les decepciono, yo qué sé. Estoy cansada de decepcionar a todo el mundo, pero cansada de verdad.

Quiero que sea ya septiembre. Tengo dos cuadernos nuevos, las escalas de los planos cuadradas, un horario semanal para cumplir de aquí al fin de semana y pocas ganas de comer. Si todo sale bien, el fin de semana estaré de mucho mejor humor. Y para que todo salga bien tengo que confiar en mí y dejar de escribir chorradas y abrir el Autocad. Acaban de aceptarme el viaje en Blablacar después de dos intentos fallidos y eso me hace feliz porque ya tengo un problema menos. Últimamente me ahogo en un vaso de agua y mi saco de boxeo lleva trabajando toda la semana. Y por eso quiero que sea ya septiembre.

Septiembre siempre es mi cuesta de enero pero esta vez será mejor porque llevo ocho años esperando este septiembre. Supongo que por fin estoy viendo la luz al final del túnel y ahora me da miedo que esa luz me deje ciega.

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